miércoles, 9 de noviembre de 2011

El sueño que no todo lo puede

Y antes de levantarme de la cama vuelvo a pensar que no quiero hacerlo.
Cuando estoy entre las sábanas pienso que no quiero pisar ese suelo tan frío, tremendo.
Ya una vez recompuesto no me queda otra que pasar un poco de frío y desenredarme las sábanas, apartarlas y estirar un poco los brazos. Quizá ni los estire algunos días. Por las mañanas hay pocas ganas, incluso de estirarse.
Sigo sin tener ganas de caminar, de indicarle a mi cerebro que tengo que ir hacia la cocina y verter en el vaso leche, que aunque en un principio fría, he de meter en el microondas para que se caliente. El Nesquik espera a que meta la cuchara para coger un poco de él y lo revuelva en la leche. 
Aun sin ganas hay que despertarse, e incluso desayunar , que sacrificio. 
El sueño que tanto puede hacer resulta que nos quita hasta el hambre, ¡ qué poderoso !
Mis ganas de empezar el día supongo que se habrán animado un poco más que en un principio, es decir, unos 15 minutos antes. ¿cómo podemos pensar tan diferente en unos segundos después?
Me inclino a pensar que somos nosotros los que somos tremendamente poderosos de hacer lo que nos venga en gana. El sueño es un componente como el azúcar o el café, que influye, pero que no es determinante.
Somos tan cambiantes como las aguas de un mar.




Y de momento el sueño hará siempre su misma función, ponernos de mal humor y hacer plantearnos quedarnos en casa cada día antes de ir a la Universidad o al trabajo. Astuto el sueño; los humanos aun más.

1 comentario: